De ídolos, palabras y genes.

 

De ídolos, palabras y genes

Humberto Peralta, México.

Para Irene Vallejo

Cuando era niño me gustaba escarbar en el patio de la casa buscando pequeños restos arqueológicos. La cosa era fácil porque parece que ahí hubo enterramientos. Había un pequeño promontorio que le decíamos el momoxtli (del náhuatl altar sagrado). Mi papá le decía la huaca. Esta palabra es de origen quechua y significa exactamente lo mismo: altar sagrado, lugar del tesoro. ¿Cómo llegó hasta nosotros este sinónimo, de un lugar tan lejano? Escarbando encontrábamos pedazos de ídolos de barro y cuentas de piedra verde, blanca o gris, con las que nos hacíamos collares. También encontrábamos huesos, tan frágiles que se deshacían nada más tocarlos. Los volvíamos a enterrar con cuidado. La presencia de los ancestros es tan poderosa que sus espíritus todavía están en los alrededores de la huaca y por las noches asustan a los incautos.

Cuando entré a la escuela conocí los libros. En la casa teníamos algunos y un diccionario. Lo vi tan interesante que lo tomaba como material de lectura. Me interesaban varias cosas. En especial las palabras raras, los sinónimos, su origen y de manera principal, la correcta ortografía de las palabras: las que se escriben con c, s, z o x; o con v o b, o con mb y mp, etc. Entendí que hay un orden preciso para escribirlas. Parafraseando a la abuela de la cándida Eréndira: las palabras sufren si se escriben en desorden. Hace tiempo leí por ahí que las palabras más usadas son las que menos cambian (Pagel, Nature 449:717, 2007).

No me hice arqueólogo ni filólogo, aunque me hubiera encantado. Soy genetista y escarbamos en los organismos buscando genes. El gen es la unidad de la herencia y contiene un texto, digamos receta, que da las indicaciones precisas para obtener una proteína. Las proteínas realizan los procesos vitales de las células. El material genético es como una larguísima tira de papel en la que están inscritos los genes. Y cambian lentamente con el tiempo, como las palabras. Hace años se encontró que los genes más útiles y que más se leen son los que menos cambian (Drummond, PNAS 102:14338, 2005). Nosotros encontramos que esos genes también son los que menos se desordenan (es decir, conservan a sus vecinos).

Saber que las palabras más usadas son las que menos cambian, así como los genes, es una feliz convergencia de la genética y la filología. ¿Hay un proceso común detrás de este fenomeno? Supongo que la presión a no cambiar se debe a que ambos procesos pertenecen al mundo de lo vivo. El mundo inanimado tiende al desorden y al caos. Pero el mundo vivo muestra la tendencia contraria: el orden, la estructura y la organización. La vida es orden.

 

Comentarios

  1. Encantador recorrido por el sendero de los principios que nos irradian desde la infancia , hermoso camino del genetista que a a caballo de su imaginación abre y explora lo que ya lleva dentro de sí. Hermoso homenaje a Ir en E que entre valles y demás orografias nos ilumina espacios inexplorados. Salud humberto desde Bar-Cel-Ona de un MexArEs de ADN vascatalán.

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  2. No recordaba haber comentado la estructura de conocimiento paralelo de genética y lenguaje....en solo dos meses se me borró, en iempos de activismo cuando el otoño ensombrece los dias quedas exhausto de ver como contrasta lo prolífico con lo esteril,,,, tanta coma para desearte salud ygotas de alegría para las tragicomedias latinoamericanas...., hace un rato en una bancada de la Pl.Virreina de Gracia BCN , mientras comia uba magdalena que no era de Proust, escuchaba una joven convenciendo que la ay ahuasca es como un viaje en........,Gracia capital de la tierra.... la cerámica y la boludez con personalidad porteña !!!

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