Colombianización

Este término se usó hace muchos años para acusar que México se estaba pareciendo a Colombia en algunos asuntos. Ahora lo retomo porque me he estado colombianizando, en el buen sentido de la palabra.

En noviembre pasado vi mi primer serie colombiana, Hasta que la plata nos separe, y me sorprendió la calidad de la producción y las actuaciones del reparto, especialmente de una energética mujer llamada Carmen Villalobos (ver en el blog 3 pequeñas piezas sobre eso). Ahora estoy viendo Café con aroma de mujer, que es un remake de la famosa telenovela de los 80s. Aquí sobresale Laura Londoño, una mujer con belleza lánguida de enormes ojos.

Siguiendo con la colombianización, leí recientemente dos libros de Mario Mendoza, el primero Los hombres invisibles y el segundo Scorpio city (ya reseñados en el blog). Pero la cereza del pastel es Vivir para contarla, la autobiografía de mi escritor favorito Gabriel García Márquez. Este libro lo tenía castigado porque al leer las primeras páginas vi que no tenía un orden cronológico.

Ahora, 20 años después de su publicación, cuando el querido Gabo ya nos ha trascendido, es tiempo de levantarle el castigo. Aprovechando las noches frías de enero, me decidí a leerlo. La obra es sorprendente, luminosa, alucinante, fielmente garciamarqueziana. Voy empezando la lectura, ya sumergiéndome en el mundo delirante de Macondo, navegando en los recuerdos remotos de Gabo, su pueblo y  su casa familiar. Ya aparecen el coronel Buendía, Úrsula Iguarán y los pececitos de oro.

Yo estoy esperando la nube de mariposas amarillas que prefiguran la subida al cielo de Remedios la Bella. 

 


 

 

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