183. LA MUJER HABITADA. GIOCONDA BELLI.

Una novelita (280 páginas) con lenguaje ligero que nos narra el proceso de una mujer latina, liberal, de clase acomodada que se convierte en militante revolucionaria. 

La autora a propósito deja sin que conozcamos el país en el que transcurre la novela. Para eso inventa un nombre ficticio, Faguas, país latino, posiblemente centroamericano, tropical (aunque sitúa el verano en diciembre). La frase que usan los del movimiento “Patria libre o morir” es, por supuesto, la de los guerrilleros cubanos. El Che es citado algunas veces. El tirano es un dictador como han habido muchos en esta geografia nuestra. La autora fue simpatizante del Frente Sandinista de Liberación Nacional que en 1979 derrocó a Anastasio Somoza en Nicaragua. El libro lo escribió por ahí de 1988, es decir, cuando ya había triunfado el movimiento.

Las guerrillas y los movimientos de liberación nacional en América Latina ya pasaron de moda. Decepcionaron a muchos, como ejemplo máximo, Fidel Castro. Inclusive, el mismísimo Daniel Ortega, que tomó el poder a la caída de Somoza, ahora, a 40 años de distancia, está en la presidencia del país hermano, luego de una serie de triquiñuelas políticas para quedarse en el poder por décadas. Así las revoluciones traicionadas de América.

La mujer habitada es Lavinia, soltera, arquitecta, que inicia su vida laboral y conoce al hombre que la llevará al “movimiento”. Lavinia, de familia pudiente, de las élites de Faguas, no se siente cómoda con ese papel que le ha tocado jugar en la sociedad y piensa en las virtudes de las luchas marginales. La cosa se acelera cuando su pareja llega a casa en mitad de la noche con un hombre herido.

La prosa está algo recargada de poesía. Fue la primera novela de la autora, quien es una famosa poetisa. 

Dos cosas no funcionan bien: primero, el habla coloquial de los personajes que a nosotros nos parece argentina (vos, sos, vení, aguantá, perdoname, etc), pero parece que en el sur de México (Chiapas), Guatemala y otros países también se usa. El narrador no lo usa. Para el resto de los hispano hablantes nos parece chocante y traté de leerlas sin acento, como una manera de evitar el sonsonete.

La segunda, una subtrama intercalada entre los capítulos, a veces al final de ellos, de extensión variable, en cursiva, en primera persona, en tiempo presente, de una mujer que narra las luchas contra el invasor español en la Conquista. El cambio es tan fuerte que yo opté por no leerla, más que a grandes rasgos. 

 

3/5





 

 

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