¡Queremos tanto a Carmen!


    Tengo que confesar que no sabía quién era Carmen Villalobos. La última telenovela que vi fue por ahí de 1998, cuando me casé. Las telenovelas mexicanas son famosas y legendarias, pero últimamente han perdido la chispa. Soy más de películas y ahora Netflix ofrece de todo y de varios países. Hasta que la plata nos separe (HQLPNS, RCN, 2022) es la primera serie colombiana que veo. Sí había oído de grandes éxitos como Sin senos no hay paraíso o la del narco Escobar, pero de Colombia identificaba más a Shakira.

    La actuación de Carmen en HQLPNS es descomunal y memorable; supongo que le representó un gran esfuerzo y agotamiento. Es entendible dados los varios grados en que debió mover su actuación para expresar esas emociones. Ella es hermosa y tiene un gran romance con la cámara (más con la televisiva que con la fotográfica, en la primera se ven sus facciones más llenas, en la segunda más afiladas). La sigo en sus redes y veo que es una mujer hiperactiva, vital, feliz. Esa intensidad por la vida la transmite perfectamente en la serie. Y logra que los mortales comunes y corrientes, como yo, caigamos  enamorados y hechizados sin remedio. Cuando Alejandra Maldonado echaba chispas por el coraje, la frustración y la ira, yo sudaba de nervios. Cuando Alejandra se deleitaba en las mieles del amor, yo gozaba y sonreía. ¿Me pasará esto por la edad? No lo sé. A mis 54 años veo que todavía puedo encontrar algunas emociones. La serie me divirtió enormemente, me hizo sentir, sufrir, gozar, reír. Es un gran deleite.

    Recuerdo cuando los famosos actores y actrices de la televisión mexicana eran acosados por los fans y chicas atrevidas que les decían “¡cásate conmigo!” o “¡házme un hijo!”. En mi pueblo las cosas eran más básicas. Las señoras hacían verdaderos corajes con los villanos de las telenovelas. Decían “¡ay maldito! si me lo encuentro por la calle, sí lo cacheteo”. Ahora la cuestión ha de ser más civilizada, pero la fascinación por actrices como Carmen y su soberbia actuación en HQLPNS es delirante (al menos para mí). No quiero hablar de la belleza de su cuerpo porque es evidente a años luz de distancia. Su hermosura es un imán terrible para los hombres. 

    Me enteré que el otro día vino a México. Por su cuenta de instagram (30 millones de seguidores), vi su habitación de hotel y el paisaje de la CdMx. Santa Fe, seguramente. En la mañana se preparaba para salir de paseo y sesión de fotos. Dado que hubo un retraso, en vez de dirigirse a Teotihuacán tomaron otro rumbo, a Tepoztlán. Saberla cerca me hizo delirar de gusto. Casi podía sentir su presencia. La vi en sus fotos caminando por las calles empedradas del pueblito mágico. Me imaginé siendo su guía por el monasterio de la Natividad, el mercado, la pirámide del Tepozteco, el tianguis, animándola a probar el elixir de los dioses, el pulque, que mana de los pechos innumerables de la diosa Mayahuel, saboreando el mole verde con tamales de nejo o las gorditas triangulares de requesón. Luego, Carmen, caminaríamos tomados de la mano como dos viejos conocidos y te contaría sobre la leyenda de Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl, el mito que entrelaza la verdad y la fantasía del rey sabio y el dios originador de la cultura, sobre los volcanes enamorados, Popocatépetl e Iztaccíhuatl, que se distinguen a lo lejos entre la bruma, sobre el lugar donde se deleitaba en sus baños el gran Tlatoani Moctezuma Xocoyotzin y te invitaría a Cuernavaca, la ciudad donde reside la eterna primavera, a caminar por los umbrosos jardines de bugambilias, tulipanes y orquídeas de la finca El Olvido, donde el emperador Maximiliano se veía a escondidas con su amante, la India Bonita. ¡Ah, imaginar!

    ¡Larga y feliz vida a la reina de la tv!

 

 


 

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