Hasta que la plata nos separe o la fascinación de la venganza.

 Hasta que la plata nos separe, exitosa serie de RCN Televisión (Colombia, 2022), revisita el tema del amor frente a la desigualdad económica y social. Es una obra tragicómica, en nota de farsa. Con más de 3800 minutos en 85 capítulos, da tiempo para ver todo tipo de pasiones, desde las insanas hasta las sublimes.

Podría decirse que el tema es amoroso, pues unas 10 subtramas de este tipo se resuelven a lo largo de la serie. También podría decirse que es una poderosa historia de amor entre los protagonistas, Alejandra (Carmen Villalobos) y Rafael (Sebastián Martínez). Sin embargo, lo que más abunda es la frustración, la tensión, la ira y la violencia contenida.

Las escenas amorosas entre Rafael y Alejandra pueden contarse con los dedos de una mano y sobra uno. En dos de ellas solamente es un beso. Sorprende el corte muy conservador que manejaron los realizadores. Carmen es una hermosa actriz de telenovelas y modelo, con experiencia de años y se encuentra en la cumbre de su madurez actoral. En esta serie entrega una actuación memorable. Ella interpreta a Alejandra Maldonado, una mujer inteligente y empoderada que por una circunstancia accidental se convierte en cruel e implacable debido a la frustración. De origen pudiente y educada, está en la edad justa para el matrimonio y parece tener la vida resuelta. Sebastián tiene un gran carisma, algo desaprovechado. Guarda un parecido con el mexicano Pedro Infante y como éste, tiene un gran don de gentes, de risa fácil que a todos encanta. Como un nuevo Pepe el Toro (Nosotros los pobres, México, 1948) o Cantinflas, Rafael Méndez es el sufrido “peladito” que anhela subir en la escala social. Hombre trabajador, ingenioso, sacrificado por la familia, temeroso de Dios, sin preparación formal pero con un enorme ángel a cuestas.

El encuentro de Alejandra y Rafael no puede ser menos que cataclísmico. La química entre ellos se palpa, es sólida, electrizante. La pareja se entiende con un sutil arquear de cejas, con caída de ojos, con sonrisas a medias, con movimientos de labios que desean ser besos. La mujer engatusa, fascina. Su sonrisa es pícara, sus ojos entornados son expresivos cuando acepta los avances amorosos de la pareja. Las palabras de su boca lo niegan, no acepta el hecho, a la declaración amorosa de Rafael le dice “es la ridiculez más grande que he oído en mi vida”, éste no tiene más que besarla con fuerza, con intensidad, casi con furia... 

La bella se desabotona un poco la blusa, muestra la mitad de un pecho, impresionante en su esfericidad y turgencia, él se acerca a tocarle una cicatriz, “no me beses así” le dice ella, él deposita un suave beso en otra cicatriz que tiene en la pierna, ella cierra los ojos, “ay no”, para dejarse perder en esa nebulosidad de placer. La tensión se hace insostenible y pronto tendrán que deleitarse en las mieles de Venus, en una pasión imparable que transforma y deforma, que a veces destruye y que puede terminar con todo... 

Ella muestra su cuerpo al dejar caer la toalla. El hombre se queda pasmado ante la perfección de las curvas, ante los límites sorprendentes de la carne. Adán y Eva redivivos, olvidados del mundo, repitiendo la danza ancestral del reconocimiento, el origen de todo. El amado recorre la piel de su mujer, la toca ligeramente, se estremecen. Ella es fuente de ríos de leche y miel. Ven amado, vamos a refocilarnos al gineceo, donde encontrarás placeres sin igual. 

Luciano (exnovio de Alejandra, interpretado por Gregorio Pernía), el villano de la historia, es atípico. Sí es ambicioso, calculador, clasista y déspota, pero también sensible, enamoradizo y amigo. Las lágrimas de Luciano son sinceras. Macho en crisis, la serie bien podría llamarse La triste vida alegre de Luciano Valenzuela. Un personaje que transita por una transformación interesante es Vicky Pardo (exnovia de Rafael, interpretada por Juliette Pardau). De niña mimada, hija de familia, tóxica en varias de sus relaciones, tendrá que tomar los hilos de su vida ante los retos que se le ponen enfrente. Pero el personaje que muestra mejor los defectos del ser latino es, sin duda, Jaime Rincón (amigo de la familia Méndez, José Daniel Cristancho). Indeciso, se niega a tomar responsabilidades, ahí que Dios resuelva, que se haga su voluntad o como decimos por acá, ahi se va. 

En la oficina de Alejandra, una troupe variopinta formada por sus vendedores tiene un peso mayor al que se esperaría. Los vendedores, mientras toman café, analizan el mundo, elucubran, comentan, vaticinan y apuestan (el chisme, pues). Como los dioses del Olimpo, explican e intervienen en la vida de los protagonistas. La bondad de Isabela (asistente de Alejandra, la bella Michelle Rouillard) apenas puede contener ese alud de influencias.

Por un lado el Eros, por el otro, por supuesto el Tánatos: la vida y la muerte que se dan la mano. Destino común y corriente en nuestra América Latina. La avaricia, la miseria, la desigualdad, opresores y oprimidos, caldo propicio para las tragedias. Los Valenzuela, Maldonado, Urdaneta y Lizarralde enfrentados a los Méndez, Chaves, Pardo, Castaño y Rincón. La serie refleja las pulsiones presentes en nuestras relaciones humanas, la búsqueda de mayor bienestar, a veces por el camino torcido de la ley del más fuerte o el delito. Pero los temas y preocupaciones que maneja son claramente universales y es posible que de ahí deriva el éxito de la serie a nivel mundial. La maldad en este caso proviene de “los ricos”, que a través de la corrupción del sistema, hacen y deshacen. Los pobres sólo buscan sobrevivir y se sorprenden del tren de vida de aquellos, del precio de los licores y comidas que consumen, lo que gastan en viajes. Los humildes saben que tienen a Dios de su parte, se encomiendan a la Santísima Virgen, rezan, imploran. Los ricos tienen su propio Dios, Plutón, el del dinero, las propiedades, los autos. Esta visión maniquea de riqueza-maldad y pobreza-bondad ya ha sido muy sobada y en este respecto la serie no arroja nada nuevo. 

Hasta que la plata nos separe o hasta que la humanidad comprenda que el único camino para vivir en armonía es la solidaridad, la empatía y el respeto.

 

 

 


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