DIEZ DIAS QUE ESTREMECIERON EL MUNDO. Final
John Reed.
Terminé de leer el libro y me gustó. Desde hace tiempo en la familia hubo una predilección por conocer el sistema socialista que prevalecía en la URSS. En la escuela como que no nos enseñaron mucho de eso. A mí me tocó aprender que el mundo estaba dividido en dos partes, por un lado los buenos, los capitalistas, liderados por EU y por el otro, los malos, los rojos, los comeniños, liderados por Rusia y sus satélites. Leyendo a Reed, se da uno cuenta que el inicio de ese sistema fue trastabillante, indeciso, inseguro, improvisado. Sólo los líderes, Ulianov y Bronstein, sabían lo que querían porque eran hombres ilustrados y decididos. También se da uno cuenta porqué del temor a la ola roja de parte del mundo civilizado al oeste de la cortina de hierro: se propuso que la revolución proletaria se extendiera por el mundo y desde esas gélidas tierras se hacían exhortos para levantar a todos los oprimidos.
En fin. El sistema cayó estrepitosamente en 1989, Rusia se recogió, el país se llenó de plutócratas y la noria ha dado una vuelta completa para regresar al estado de cosas de hace 100 años. Es triste, pero es la verdad. La revolución de México por supuesto no es excepción en cuanto a que ha sido traicionada de cabo a rabo. El movimiento social en el país también buscaba mejores condiciones de vida, mayor participación política y cambios económicos. A diferencia de Rusia, acá las cosas no se discutían, las élites nunca dejaron de tomar las opiniones principales y el pueblo sólo puso la sangre. Lo único que nos quedó fue la Constitución, que a un siglo de distancia ya dice lo contrario de lo que se aspiraba entonces.
Me gustó. La descripción de las situaciones, algunas verdaderamente surreales, casi como en México.
No me gustó. El alud de denominaciones políticas, que ahogan a cualquiera.
Terminé de leer el libro y me gustó. Desde hace tiempo en la familia hubo una predilección por conocer el sistema socialista que prevalecía en la URSS. En la escuela como que no nos enseñaron mucho de eso. A mí me tocó aprender que el mundo estaba dividido en dos partes, por un lado los buenos, los capitalistas, liderados por EU y por el otro, los malos, los rojos, los comeniños, liderados por Rusia y sus satélites. Leyendo a Reed, se da uno cuenta que el inicio de ese sistema fue trastabillante, indeciso, inseguro, improvisado. Sólo los líderes, Ulianov y Bronstein, sabían lo que querían porque eran hombres ilustrados y decididos. También se da uno cuenta porqué del temor a la ola roja de parte del mundo civilizado al oeste de la cortina de hierro: se propuso que la revolución proletaria se extendiera por el mundo y desde esas gélidas tierras se hacían exhortos para levantar a todos los oprimidos.
En fin. El sistema cayó estrepitosamente en 1989, Rusia se recogió, el país se llenó de plutócratas y la noria ha dado una vuelta completa para regresar al estado de cosas de hace 100 años. Es triste, pero es la verdad. La revolución de México por supuesto no es excepción en cuanto a que ha sido traicionada de cabo a rabo. El movimiento social en el país también buscaba mejores condiciones de vida, mayor participación política y cambios económicos. A diferencia de Rusia, acá las cosas no se discutían, las élites nunca dejaron de tomar las opiniones principales y el pueblo sólo puso la sangre. Lo único que nos quedó fue la Constitución, que a un siglo de distancia ya dice lo contrario de lo que se aspiraba entonces.
Me gustó. La descripción de las situaciones, algunas verdaderamente surreales, casi como en México.
No me gustó. El alud de denominaciones políticas, que ahogan a cualquiera.
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