El extravagante señor Dyer.


Esta novela, de David Gilbert, me la encontré en el remate. Ya me di cuenta porqué.

El autor no sabe cómo meterse en la vida de los personajes sin acudir a la primera persona. Esto lo vuelve un galimatías. Por una sencilla razón que siempre he dicho: el autor, personaje del libro también, no puede saber qué está pensando otro personaje, ni puede relatar hechos en los que no está presente porque entonces ¡se vuelve narrador!

¿Cuál es la explicación para esto en una novela realista? No la hay. Y ese es el gran pecado.

La trama avanza y se atora en este escollo monumental. Ya voy en la página 150. Esta sería razón suficiente para dejarla. Pero démosle chance. Sirve que desquita los 29 pesos que costó.


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